Leí hace poco que la madera de un árbol puede producir aproximadamente 1 millón de cerillas, pero una única cerilla pude quemar 1 millón de árboles. Una única cerilla.
Pues con los pensamientos es igual, un único pensamiento negativo que conviva con nosotros, puede quemar 1 millón de pensamientos positivos. El pensamiento negativo puede llegar a tener tal fuerza que nos bloquee totalmente y nos lleve a un estado emocional de apatía y negatividad.
Ante la misma situación, dependiendo de qué pensemos en ese momento viviremos emociones diferentes y actuaremos de una manera o de otra, y el resultado será totalmente diferente.
Sabiendo esto, y con lo simple que parece la solución, ¿por qué muchas veces no somos capaces de dominar estos pensamientos y los pensamientos nos dominan a nosotros?
El modelo cognitivo desarrollado por el psicólogo norteamericano Aaron T. Beck lo explica de la siguiente manera: independientemente de la situación que estemos viviendo, lo que determina en realidad nuestras emociones y nuestros comportamientos, son nuestros pensamientos. Es decir, en función de cómo interpretemos una situación determinada, nos sentiremos de un modo u otro, y eso afectará a cómo nos comportemos. Por tanto, decimos que son nuestros pensamientos los responsables de nuestras emociones; y, por consiguiente, de nuestras conductas.
Todos nosotros, desde muy pequeños, hemos ido recibiendo una serie de mensajes a través de la educación que nos han dado. A través de lo que nos han ido enseñando nuestros padres, la escuela, las personas de nuestro entorno, los medios de comunicación y la sociedad en general; y a través de nuestras propias experiencias en la vida, hemos adquirido estas ideas, estas creencias.
Estas creencias regulan y articulan nuestro mundo, guían nuestro comportamiento y nuestras interpretaciones de la realidad. Además, son consideradas por nosotros como verdades absolutas.
El problema está en que muchas veces no somos conscientes de que acarreamos tales creencias, pero ante situaciones concretas estas creencias nos pueden proyectar pensamientos negativos en nuestra parte consciente, lo que nos traen emociones negativas.
Imaginaros que yo soy ingeniera y tengo la creencia de que “no soy buena convenciendo a los clientes”. Ante una situación de reunión de venta puedo empezar a declinar o delegar esta oportunidad, puedo aceptar condiciones desfavorables por no sentirme capaz de convencer al cliente, … en definitiva, mi actuación será negativa y no conseguiré buenas ventas.
Sin embargo, si le doy la vuelta a la creencia y pienso “estoy aprendiendo a vender”, seguro que la emoción que me acompaña será distinta y las actuaciones que haga también.
Y nos ocurre esto en cada situación que vivimos.
¿Analizáis los pensamientos que tenéis y le dais una vuelta para ver por qué camino os llevan?